jueves, 27 de noviembre de 2008

La denuncia social alcanza al ‘best seller’

Por una vez la ansiedad de consumo la ha provocado una novela: La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, de Stieg Larsson.


Un éxito provocado por la obra con la que se iniciaba la publicación de esta trilogía, Los hombres que no amaban a las mujeres, y que en la actualidad lleva vendidos sólo en España 600.000 ejemplares.



La trilogía se cerrará en junio de 2009con La reina en el palacio de las corrientes de aire. Aunque, y según afirmación del mejor amigo y compañero de profesión (periodismo) de Larsson, Kurdo Baksi, hay una cuarta parte, un borrador, que «podremos leer en el futuro».
Stieg Larsson (1954-2004) no ha podido asistir al éxito que sus noches en vela (escribía después de trabajar) han provocado.Tras entregar los manuscritos de las tres obras a la editorial sufría un infarto. «Hizo todo para morir pronto», señala Kurdo Baksi. Larsson fumaba 80 cigarros al día, no dormía y apenas comía.
No obstante, tanto desvelo no ha caído en saco roto. La denuncia social que sustenta sus obras ha roto todas las previsiones. Los cánones que imperan en el best seller al uso se han ido en esta ocasión al garete: ni es una obra facilona ni, tratándose de una novela negra, su fin prioritario es resolver la intriga policial. La denuncia social (maltrato, racismo, xenofobia) es la clave y el objetivo de una obra que revuelve al lector y a la sociedad, y que sin embargo lo ha cautivado
en el mundo entero.

¿Quién era Larsson?

Kurdo Baksi lo define así: «Larsson era en un 25% un sueco tímido; en un 50%,Teresa de Calcuta, y en el restante 25%, un soñador». Era de los que creían que un hombre que no sueña no es un hombre. Igual que creía que en el mundo no hay razas, aunque haya diferentes colores e idiomas.
Larsson, que llevaba 28 años casado con Eva (arquitecta) era una persona de una inteligencia por encima de la media y una extrema sensibilidad. Cuenta Baksi que era tan sensible que se enfadaba si alguien decía algo malo de sus amigos.Porque este escritor sueco concebía la amistad sólo si se daba sin condiciones.
Larsson escribía porque vivía en un mundo que consideraba un mal lugar:«Un sitio donde hay maltrato, discriminación, racismo, xenofobia y tanta injusticia no puede ser un buen sitio».
Su gran timidez también lo definía. Kurdo Baksi señala a este respecto lo poco que le hubiera gustado estar protagonizando las actuales presentaciones de su obra.
«Nunca quería hablar en público. A veces yo se lo pedía, y él siempre acudía, pero se quedaba entre el público y me hacía llegar sus mensajes apuntándolos en un folio que me mostraba desde su asiento». Decía: «Yo no soy un mono de los micrófonos». Larsson, de origen humilde (tanto que de pequeño carecía de cuarto de baño) no sentía ese mundo como suyo.
Comprometido desde la infancia, Larsson ha logrado con sus obras cumplir la promesa que
le hizo de niño a su abuelo: «Lucharé todos los días de mi vida por la defensa de los Derechos Humanos».

Fuente: 20 Minutos
Enlace a "La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina", en Casa del Libro

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