Y ahí va su relato:
Era un niño descansado y travieso. Era un niño confiado y cariñoso. Tal cual era, era ya por sí un niño. Pero no como cualquier niño. Porque en sí no era un niño. Era algo extraño. Algo que sólo pasaba una vez al año. Alguien que puede causar daño. O eso creían.
Porque él era un niño. Un niño descansado y travieso. Un niño confiado y cariñoso. Un niño hermoso… con orejas de gato. Un niño que jugaba todo el rato. Un niño que iría a bachillerato. Un niño, al fin y al cabo, no tan niño. Soñaba con poder ser gato. Trepar cual gato. Saltar cual gato. Maullar cual gato. Ser querido como gato. Soñaba con poder ser niño. Correr cual niño. Jugar cual niño. Hablar cual niño. Ser querido como niño.
Pero ni niño ni gato. Sólo un mojigato. Un niño atrapado en cuerpo de gato. Un gato atrapado en cuerpo de niño. Que ni trepaba ni saltaba ni maullaba ni corría ni jugaba ni hablaba. Nada. Salvo mover esas lindas orejitas que tantas miraditas provocaba.
Ni gato ni niño. Sólo algo que existía para algo que desconocía y no comprendía. Dónde irá el niño gato, dónde estará el gato niño. El niño confiado y descansado, el gato cariñoso y travieso. Miraba a su alrededor, buscando algo que se encontraba en su interior. Una razón. Una cuestión. Un corazón. Miraba a su alrededor y hacía salir de él su interior. Orejas moviéndose. Lengua relamiéndose. Pero ojos. Ojos por todas partes. De dónde habrá salido el niño gato. Dónde debería estar el gato niño. Ni una palabra de cariño. Ni un juego para pasar el rato. Ojos miradas murmullos, de la gente que ni trepaba ni maullaba ni corría ni jugaba ni hablaba a menos de que fuera de él. De lo que no era gente, qué podía esperar diferente. Alguna que otra sorpresa de repente. Pero nada fuera de lo corriente.
Pero la suerte le hizo indiferente. No le dio ni razón, ni cuestión, ni corazón. Sólo le hizo ser un niño descansado y travieso. Un niño confiado y cariñoso. Un gato con algo en su interior que esperaba descubrir mirando a su alrededor. Sin darse cuenta de que esas lindas orejitas que tantas miraditas provocaban eran su alma. Sin comprender por qué dormía en una rama. Sin entender el panorama. Miradas de admiración y sorpresa por parte del niño gato. Miradas de indiscreción y temor por parte de los demás todo el rato. Éste es el mundo del niño gato. Y éste es el relato del gato niño. Seguirá mirando a su alrededor mostrando su interior a aquellos que le estén mirando. Y para los que le estén mirando no será como cualquier niño, aunque fuera ya de por sí un niño. Un niño confiado y travieso. Un gato descansado y cariñoso.
Porque él era un niño. Un niño descansado y travieso. Un niño confiado y cariñoso. Un niño hermoso… con orejas de gato. Un niño que jugaba todo el rato. Un niño que iría a bachillerato. Un niño, al fin y al cabo, no tan niño. Soñaba con poder ser gato. Trepar cual gato. Saltar cual gato. Maullar cual gato. Ser querido como gato. Soñaba con poder ser niño. Correr cual niño. Jugar cual niño. Hablar cual niño. Ser querido como niño.
Pero ni niño ni gato. Sólo un mojigato. Un niño atrapado en cuerpo de gato. Un gato atrapado en cuerpo de niño. Que ni trepaba ni saltaba ni maullaba ni corría ni jugaba ni hablaba. Nada. Salvo mover esas lindas orejitas que tantas miraditas provocaba.
Ni gato ni niño. Sólo algo que existía para algo que desconocía y no comprendía. Dónde irá el niño gato, dónde estará el gato niño. El niño confiado y descansado, el gato cariñoso y travieso. Miraba a su alrededor, buscando algo que se encontraba en su interior. Una razón. Una cuestión. Un corazón. Miraba a su alrededor y hacía salir de él su interior. Orejas moviéndose. Lengua relamiéndose. Pero ojos. Ojos por todas partes. De dónde habrá salido el niño gato. Dónde debería estar el gato niño. Ni una palabra de cariño. Ni un juego para pasar el rato. Ojos miradas murmullos, de la gente que ni trepaba ni maullaba ni corría ni jugaba ni hablaba a menos de que fuera de él. De lo que no era gente, qué podía esperar diferente. Alguna que otra sorpresa de repente. Pero nada fuera de lo corriente.
Pero la suerte le hizo indiferente. No le dio ni razón, ni cuestión, ni corazón. Sólo le hizo ser un niño descansado y travieso. Un niño confiado y cariñoso. Un gato con algo en su interior que esperaba descubrir mirando a su alrededor. Sin darse cuenta de que esas lindas orejitas que tantas miraditas provocaban eran su alma. Sin comprender por qué dormía en una rama. Sin entender el panorama. Miradas de admiración y sorpresa por parte del niño gato. Miradas de indiscreción y temor por parte de los demás todo el rato. Éste es el mundo del niño gato. Y éste es el relato del gato niño. Seguirá mirando a su alrededor mostrando su interior a aquellos que le estén mirando. Y para los que le estén mirando no será como cualquier niño, aunque fuera ya de por sí un niño. Un niño confiado y travieso. Un gato descansado y cariñoso.
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