lunes, 2 de junio de 2008

And the winner is...

Chrystia es la ganadora de Mayo de nuestro concurso mensual de relatos.

Y ahí va su relato:

Ser mercenaria no es lo peor que le puede suceder a una mujer. Puede acabar de puta. O muerta en una zanja. Pero gracias a su habilidad con las espadas, ella se había librado de acabar en alguno de los dos últimos casos.

Cuando su madre murió siendo ella hija única, su habilidad para forjar espadas, y por tanto para generar ingresos, la salvó de ser vendida por su padre. Y cuando su aldea fue arrasada, su habilidad para manejar la espada la salvó de morir del mismo modo que todos sus seres queridos.

Sabía que había tenido suerte. Sabía que una mujer sola en el mundo no podía aspirar a nada mejor que sobrevivir vendiendo su cuerpo. Pero ella podía vivir vendiendo su espada.

Aquel encargo en cuestión prometía: Acabar con la vida de cierto especulador de productos agrícolas. No sabía más de él; nunca pedía más datos de los necesarios, no fuera que le creciese la conciencia.

No fue difícil memorizar su rutina diaria, ni sopesar el mejor momento y lugar para ejecutar su encomienda. Aquel hombre gustaba de caminar por sus cultivos poco antes de ponerse el sol.

El ocaso sería una bonita tumba para él.

Agazapada entre los tallos de maíz, se acercaba poco a poco al caminante, haciendo el menor ruido posible. A pocos pasos de su presa, escuchó un ligero silbido. Giró la cabeza un momento, y vio una flecha clavada en el suelo junto a su muslo.

De pronto el especulador echó a correr, y detrás de él surgieron dos hombres armados que se dirigieron hacia ella. Un segundo silbido sonó en su oído derecho, y el dolor le atravesó la cabeza. Se llevó la mano a la oreja, pero no encontró nada.

Tan rápido como fue capaz, desenvainó la espada y se lanzó contra uno de los hombres. Por sorpresa o lentitud, éste no reaccionó, y la hoja se clavó en su estómago sin que hiciera ningún movimiento.

Arrancó su espada del herido y le quitó el escudo, que consiguió colocarse a tiempo de parar con él una nueva flecha dirigida a su cabeza. El otro hombre se le había acercado por detrás, pero ella consiguió desplazarse a un lado lo suficiente como para que el golpe destinado a partir en dos su cabeza diera en la tierra. Recuperó el equilibrio antes que él y le empujó hacia atrás, sin darle tiempo a liberar su espada. Él se cubrió con su escudo, pero fue demasiado lento. Con un giro, ella le degolló de un solo golpe.


De pronto sintió un dolor agudo en el estómago. Cuando bajó la vista, vio las plumillas de una flecha sobresaliendo bajo su esternón. Al dar el último golpe había olvidado cubrirse con el escudo, y ese error había sido mortal. Se oyó un último silbido, y poco después un golpe seco, como de un saco golpeando la tierra.

Después, la noche volvió a sumirse en el silencio.


La finalista:

Laurent Chokobita



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